Heredera de una pasión
Nacida en Capital federal, hija de fotógrafo y apasionado por el cine, crecí entre latas de película, sueños en blanco y negro, cine mudo y olor a ácido acético en el cuarto oscuro…
Desde mi infancia primera, fui la inevitable modelo de todo padre fotógrafo; puf!! si habré llorado! Odiaba posar para la cámara...aún las evito un poco, aunque portar la cámara y descubrir el mundo a través de un lente fue mi pasión desde el día uno.
En aquellos tiempos, (década del 60, principios del 70) las cámaras eran solo mecánicas, pesadas, con lentes fijos intercambiables, flashes externos, ruidosos, con largos cables y cargadores de una tonelada tamaño valija que se colgaba al hombro durante un evento o bien se colocaban en el piso si había alguien que llevase las esclavas….(así empezamos los que nacemos en el estudio).
Los estudios fotográficos eran pequeños, con algún decorado con cortinas o sillas antiguas dependiendo de la ocasión. Las fotos de estudio eran infaltables. Toda familia solía tener un cuadro del casamiento, o de los abuelos o de las clásicas caritas de niños. Obviamente aún no había fotos en color, todo era blanco y negro con revelado manual; por lo que los estudios tenían laboratorios montados en un cuarto que olía a nitrato de plata y ácido acético...estaba lleno de latones, bandejas, cajas azules de papel fotográfico, latas de película para armar los carretes y las infaltables sogas que atravesaban la habitación llenas de broches donde colgamos las fotos para que se sequen.
Cada foto tenía su propia magia...primero se colocaban las tiras de negativo en la ampliadora, subíamos el tubo o lo acercabamos a la mesa para darle tamaño y foco a la imagen…..Uhh...que loco era subirla hasta el techo!!..la imágen invadía la habitación y colocamos el papel en el piso para revelar solo un ojo de todo un rostro….el papel pasaba ahí un rato, y luego las bandejas...en la primera se formaba la imagen, en la segunda se fijaba y en la tercera se enjuagaba para luego ir a la soga...apantallar las nubes para que queden oscuras o darles un baño extra hacía de cada foto un trabajo artesanal y verdaderamente artístico.
Ya entrando en la edad adulta, casada por ese entonces con un estudiante de fotografía, resuelvo especializarme. Montamos un estudio por el año 99/2000 y continuamos estudiando juntos varios años. Novias, niños, escuela de iluminación, modas, fotografía de estudio, reportero gráfico y ya ni recuerdo cuantas cosas más...por ahí en mi altillo hay algunas cajas que guardan todos esos títulos enmarcados.
Viví gratamente de la profesión durante varios años. A la fecha, es mi hijo menor quien lleva adelante el estudio y vive de esta grata profesión.
Desde mi infancia primera, fui la inevitable modelo de todo padre fotógrafo; puf!! si habré llorado! Odiaba posar para la cámara...aún las evito un poco, aunque portar la cámara y descubrir el mundo a través de un lente fue mi pasión desde el día uno.
En aquellos tiempos, (década del 60, principios del 70) las cámaras eran solo mecánicas, pesadas, con lentes fijos intercambiables, flashes externos, ruidosos, con largos cables y cargadores de una tonelada tamaño valija que se colgaba al hombro durante un evento o bien se colocaban en el piso si había alguien que llevase las esclavas….(así empezamos los que nacemos en el estudio).
Los estudios fotográficos eran pequeños, con algún decorado con cortinas o sillas antiguas dependiendo de la ocasión. Las fotos de estudio eran infaltables. Toda familia solía tener un cuadro del casamiento, o de los abuelos o de las clásicas caritas de niños. Obviamente aún no había fotos en color, todo era blanco y negro con revelado manual; por lo que los estudios tenían laboratorios montados en un cuarto que olía a nitrato de plata y ácido acético...estaba lleno de latones, bandejas, cajas azules de papel fotográfico, latas de película para armar los carretes y las infaltables sogas que atravesaban la habitación llenas de broches donde colgamos las fotos para que se sequen.
Cada foto tenía su propia magia...primero se colocaban las tiras de negativo en la ampliadora, subíamos el tubo o lo acercabamos a la mesa para darle tamaño y foco a la imagen…..Uhh...que loco era subirla hasta el techo!!..la imágen invadía la habitación y colocamos el papel en el piso para revelar solo un ojo de todo un rostro….el papel pasaba ahí un rato, y luego las bandejas...en la primera se formaba la imagen, en la segunda se fijaba y en la tercera se enjuagaba para luego ir a la soga...apantallar las nubes para que queden oscuras o darles un baño extra hacía de cada foto un trabajo artesanal y verdaderamente artístico.
Ya entrando en la edad adulta, casada por ese entonces con un estudiante de fotografía, resuelvo especializarme. Montamos un estudio por el año 99/2000 y continuamos estudiando juntos varios años. Novias, niños, escuela de iluminación, modas, fotografía de estudio, reportero gráfico y ya ni recuerdo cuantas cosas más...por ahí en mi altillo hay algunas cajas que guardan todos esos títulos enmarcados.
Viví gratamente de la profesión durante varios años. A la fecha, es mi hijo menor quien lleva adelante el estudio y vive de esta grata profesión.
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